Con Flamengo ya mirándola por ESPN, la Copa está cada vez más tentadora. Con Racing y River en cuartos, ayer Boca se trajo un triunfo fundamental del Beira Río (un Beira Río que le hizo honor a su nombre: mucha agua, jugadores chapoteando, la pelota quedándose en charcos o por momentos saliendo disparada). Y agüita en los ojos también, inevitable, al ver a Carlitos con la 10 del Diego en el festejo. Esa 10 retro. Esa 10 del Metro. La del ochenta y uno. La de la Mitad más uno. Y piel de pollo. Y nudo en la garganta. Y emoción a flor de piel.

 

Y la piel dejó Carlitos anoche. Se paró de 9, pero, claro, es un 9 que entra y sale, que se tira atrás para asociarse con los volantes y así no les da referencia a los centrales rivales. Pero cuando tuvo una (qué jugada de Salvio, por favor), Carlitos la mandó a guardar en un gol que lleva su sello, su marca registrada.

Apostó por el juego asociado Russo. Sin Wanchope, sin Soldano, con Tevez de 9, está dicho, Miguelito planteó el partido desde los desbordes de Villa y Salvio, más la apuesta de aprovechar el buen momento de Cardona. Y salió bien. Porque Boca mete miedo cuando ataca (ojo, también, mete miedo por momentos cuando defiende). De mitad de cancha para arriba, este equipo tiene variantes como ninguno. No hay otro en Sudamérica que, por nombres, Tevez-Salvio-Villa-Cardona-Wanchope-Zárate, tenga más que Boca.

Claro que Inter tuvo sus chances. Es que, por momentos, quedó un vacío entre los centrales y el doble 5 Campuzano-Capaldo que D’Alessandro intentó explotar en el primer tiempo, pero el 10 del Inter terminó consumiéndose en intentos. Y, en el segundo tiempo, el triunfo incluso pudo transformarse en empate porque Inter generó algo de peligro (ese tiro libre que devolvió el poste, por ejemplo), pero lo cierto es que Boca fue superior a un rival que amenazó más de lo que concretó y quedó con un pie en cuartos.
Fuente: Diario Olé

 

 

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